viernes, 12 de marzo de 2010

LA NOCHE VII


SIETE

Era ya de noche cuando Samuel Oliveira abrió los ojos. Aunque hubiese podido percatarse inmediatamente de que estaba atado a una pequeña silla de madera, no habría servido de nada. El profesor Köhler había usado una cuerda demasiado fuerte como para que aquel portugués delgaducho se pudiera soltar. Pero, aunque Samuel Oliveira hubiese podido darse cuenta igualmente de que estaba encerrado en un sótano de la Universidad de Colonia, no habría sido capaz de hacer nada para escapar. El profesor que tanto admiraba lo había atado y ocultado en un cuarto en desuso lleno de restos inútiles de excavaciones en el este de Anatolia, abandonado y olvidado desde hacía muchos años. Por tanto, aunque Samuel Oliveira, al despertar del que se le antojó un profundo sueño, hubiese sido capaz en ese momento de atar todos los cabos y darse cuenta de que el profesor que había ido a visitar a Berlín, lo había sedado y amordazado y le había robado el manuscrito, no habría podido hacer nada por salvar su vida.

Pero no se percató de nada de eso. Al abrir los ojos sólo vio una intensa oscuridad. Luego sintió que algo mojaba sus pies y ese algo subía cada vez más arriba. El pánico no lo dejó pensar en nada más.

3 comentarios:

  1. ¡Pobrecito!nunca se sabe dónde puedes llegar a parar...¿hasta una silla?

    Excompi.

    ResponderEliminar
  2. Veo que comienzas a sacar tus instintos más oscuros y perversos jajaja.

    ResponderEliminar
  3. Sigo la historia, espero que no dejes que se ahogue. Y ¿por qué es tan importante ese manuscrito?....

    ResponderEliminar