lunes, 14 de diciembre de 2009

LA NOCHE V

CINCO
Lisboa. 1 de noviembre de 1755,
día de todos los santos. 9:15 h.
Los animales no pararon de hacer ruido. Los burros rebuznaban. Las gallinas se habían vuelto locas. Los pájaros cruzaban la ciudad a gran velocidad. El joven vio lo que sucedía y recordó haber leído algo sobre sucesos similares. Inmediatamente se vio lanzado a correr, a correr todo lo que sus piernas le permitieron.
9:17 h.
El joven corrió todo lo que pudo. Atravesó el claustro, subió las estrechas escaleras y entró en la biblioteca. Un intenso olor a humedad penetró hasta sus entrañas y por un segundo percibió toda la antigüedad y la sabiduría que se acumulaba en el bello recinto. Pero no había tiempo. No tenía tanto tiempo. Así que fue hasta la estantería del fondo y recogió algunos de los libros. Todos los que le cupieron al levantar su hábito como quien coge flores del campo. Escogió las más intensas e ilustrativas obras de aquel estante. Verdaderas flores del estudio humano: la Antígona de Sófocles, el Index librorum prohibitorum, que le servía de guía para saber que lo prohibido era lo que debía leer, los Pensamientos de Pascal, el manuscrito de Aristarco... y el libro más enigmático de los que había consultado en los últimos años, una extraña obra de apuntes que descifraba números, signos y enigmas de diversas partes del mundo conocido, plagada de ilustraciones y cábalas sobre el futuro. Atravesó la biblioteca a grandes zancadas. Algún libro cayó por el camino pero no había tiempo de volverse. Bajó las escaleras. Un gran revuelo empezaba a rodearlo todo. Monjes de allá para acá. Cuadros, imágenes, cálices, arcones... todo lo que pudiera llevarse. No hubo tiempo de más. Cuando llegó a la calle vio estupefacto lo que comenzaba a ocurrir.
9:20 h.
El estruendo fue ensordecedor. El suelo tembló de tal manera que el joven cayó al suelo y con él los libros. El techo de la iglesia se desplomó de golpe. La bóveda se fue al suelo como un castillo de naipes y dejó al descubierto las nervaduras. Fueron cinco minutos que le parecieron una eternidad. No pudo incorporarse, intentó asirse a las raíces de un árbol que habían quedado al descubierto. Vio como se habría una enorme brecha en la calle que tragaba casas y personas. Cerró los ojos y sólo oyó un ruido profundo que ahogaba los gritos. Luego todo se calmó.
9:25 h.
Como pudo, recogió los libros y bajó por lo que quedaba de calle. Se detuvo un momento para girarse a ver su convento. Sólo vio un esqueleto. A lo lejos divisó la ciudad como en el juicio final. El mar había retrocedido muchos metros y quedaban a la vista los restos de los naufragios. Por todos lados había fuegos. Recordó el libro del Apocalipsis y durante un momento hizo balance de su vida. Se le antojó demasiada carga. Un grito lo devolvió a la realidad. Dejó los libros bajo los restos de un carro y corrió a salvar cuerpos, que no almas.

6 comentarios:

  1. ¡Guuaauu!¡qué emocionante! a mí también me pasa algunos lunes cuando a veces, se me hace tarde pa llegar al cole...jejeje.

    Espero el siguiente impaciente.Bs.Excompi.

    ResponderEliminar
  2. Buenas Jesús! Me gusta tu blog, es muy artístico. Te has planteado escribir y editar algún libro?
    Por cierto, es muy bonito el blog con el fondo negro, pero para leer párrafos más o menos largos, la letra blanca con el fondo negro cansa un poco la vista...
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. ¿Cómo que Lisboa?
    Se te nota la adopción lagunera... o son ilusiones mías que estás ruinas son de la ciudad de Aguere.

    ResponderEliminar
  4. Mi análisis como "ignorante" del arte: me gusta, y mucho.

    ResponderEliminar
  5. Pues sí que es Lisboa, aunque ruinas hay en muchas partes. Yo mismo tengo uno en potencia en clase.

    ResponderEliminar
  6. Estoy perdida! Me parece que me quedé en la parte del galeón , de las monjas, de la barrica que seguro que estaba llena de vino (que desperdicio) porque en aquella época se hacían buenos caldos y Lisboa tiene fama por sus vinos.... sinceramente creo que estoy perdida

    ResponderEliminar